lunes, 23 de agosto de 2010

Despedidas

Un tal Arthur Schnitzler dijo una vez que "las despedidas siempre duelen, aun cuando haga tiempo que se ansíen"
Cuanto entonces doleran cuando no son esperadas, ni queridas, ni mucho menos deseadas.
Muy cierto es que hay despedidas que no "nos pillan" de sorpresa, sino que son el preludio de una marcha ya hacía tiempo anunciada.
Es cuando un disimulado "te voy a echar de menos" produce unas ganas inmensas de reprimir una lágrima de tristeza seguida de otra de alegría, como el dedo que sin saberlo hace mella en la llaga.
El que se atreva a negar lo aquí afirmado no puede estar mas cerca de engañarse a sí mismo. Piensalo, en un segundo vienen a tu mente todas las palabras que nunca dijiste, todo lo que sentías y callaste por cobardía, todos los momentos de los que no disfrutaste...te conviertes en pura pérdida, puro dolor.
Y es cuando ese arrebato de vacío te impulsan a salir a la calle y caminar en busca del protagonista de la despedida, en busca de ese rostro sonriente que en su sencillez te hace sentir feliz, de ese rostro frente al que quieres vaciarte de ese vacio que sientes.
Pero no lo haces, y acabas frente a la pantalla de un ordenador, poniendo por escrito un galimatias de sentimientos del que no se si soy o quiero ser consciente.

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