domingo, 31 de agosto de 2008

Extracto de una conversacion que nunca existio

-"¡Hola!¡No sabes cuantas ganas tenia de verte!.¿Que tal el verano?.Siento no haber dado señales de vida pero es que he desconectado de todo.
-"¿Perdona?¿Te conozco de algo?"
-"¿Como?¿Es una broma,no?Joo, que si que ya lo se y no sabes cuanta vergüenza me da, pero en serio, he estado asi con todo el mundo, pero es que mis veranos son asi.Lo siento."
-"Disculpa pero es que no se, me suena mucho tu cara pero no consigo saber porque. No te relaciono con nada."
-"Anda ya, no seas tonta, no te mosquees."
-"De verdad, que es que no se de que me conoces.¿Estudias arquitectura?."
-"¡Claro!¡Como si no lo supieses!."

Desde la sexta planta


Desde la sexta planta de un piso bastante desordenado, espacialmente hablando, he contemplado como andabas, a paso seguro y ligero, de camino a ninguna parte. Me he sentado en la terraza con mi vaso de café, cargado de hielos, en la mano y he cerrado los ojos.
Cierto es que nunca he tenido los sentidos muy desarrollados, pero al verme desprovista de mi visión inevitablemente mi audición ha experimentado un serio desarrollo. Se ha deleitado con los golpes de un partido de tenis que se desarrollaba a escasos metros. Dos jóvenes, que apenas sobrepasan la mayoría de edad, golpean incansablemente la pelota, bajo un sol abrasador que les hace sudar de una forma que casi podría calificarse de sobrenatural. Centro un poco más mis oídos hacia esa porción de mi adorada contaminación acústica e imagino lo que está ocurriendo. En este mismo instante uno de los chicos, el que en mi mente lleva el bañador rojo, está golpeando la pelota amarilla, para mandarla directamente a la zona opuesta de donde se localiza su contrincante.
El otro muchacho, el del bañador azul marino, corre incansablemente y consigue devolverla con un golpe que acompaña con todo el cuerpo, mientras su flequillo flota en un vaivén y le cae sobre la frente provocando en él un gesto de desagrado.
Desplazo unos metros mi oído y me detengo en una piscina. Los gritos de los niños que saltan desde el bordillo de me antojan insoportables. Algún grupo de amigos jugando a las cartas parejas tomando el sol y algún que otro ermitaño leyendo a la sobra en una esquina perdida, completan mi imagen virtual de ese nuevo espacio.
Al fondo del todo está la playa. Hoy el mar esta agitado, tanto como mi temperamento, o quizás un poco menos. Me recreo escuchando como cada una de las olas rompen con furia en la orilla, con la misma furia con la que rompo yo hoy con todo. No hay casi nadie sentado en la arena, porque el mar agitado y el fuerte viento que describen este día, no invitan a disfrutar de alguna que otra hora de playa.
Y poco más hay ya en este paisaje auditivo que me llame la atención. Solo ese paseo con palmeras en el centro, por el que tú vas caminando. Oigo tus pisadas por encima de todo lo demás y te odio un poco más por cada una de ellas. Ya estoy cansada, definitivamente decido abrir los ojos y contemplo mi análisis del pedazo de vida que me rodea, mientras yo desde la altura de mi sexto piso vuelvo a poner en marcha el tiempo que deje detenido el día en el que decidiste marcharte.

Una tarde cualquiera


Hoy como una tarde cualquiera me he plantado delante del ordenador dispuesta a escribir. Hoy como una tarde mas he dejado de suene la lista de reproducción de mi música favorita.
Hoy como una tarde más me he quedado en blanco, sin saber que decir, que escribir, asique como una tarde mas he salido a pensar.
Hoy como una tarde mas, está anocheciendo, pero hoy me dirijo hacia la playa. Alguna que otra sombrilla muestra el pequeño atisbo de vida que aún pulula por mi pequeño rincón mágico. Camino un poco esperando estar sola. Y así alrededor de las diez y media consigo estarlo.
Me acerco a la orilla y con todas mis fuerzas grito un “te odio” que seguramente todavía sigue resonando. Me detengo a escuchar el eco que he provocado y siento una inmensa sensación de alivio. Acto seguido empiezo a correr, primero lentamente y conforme me siento más segura aumento la velocidad dejando tras de mi cientos de metros.
Solo tengo un problema, que sigo pensando que si corro lo suficientemente lejos, conseguiré deshacerme de ti, pero nunca es así. No consigo escapar de las pesadillas que me provocan tus recuerdos ni del tremendo dolor que provoca sentir que ya no estás a mi lado, que ya no puedo contar contigo.
Solo tengo un problema, que sigo manteniendo la esperanza de que vengas corriendo por el horizonte de esa playa a la que tantas tardes me he dirigido y me des ese abrazo que llevo esperando desde siempre.
Solo tengo un problema, que no puedo dejar de pensar que eres imprescindible en mi vida pero no me doy cuenta de que todo funciona mejor sin ti. Me regalaste parte de lo mejor de ti y me lo arrebataste en un momento de confusión, mientras yo estaba demasiado distraída como para volver a reclamar lo que ya había sido mío.
Solo tengo un problema, que mientras yo sigo llorando con el corazón encogido abrigada por los brazos de personas que estarán conmigo noche y día, sigo imaginando que son los tuyos los que me rodean por la espalda con la ternura y el cariño que los caracterizaron y me hacen sentir que ya no necesito esperar nada más.

SImplemente...un genio

Más expresiva de su desazón fue la carta que escribió Einstein a Born el 29 de abril de 1924 "La opinión de Bohr sobre la radiación me interesa mucho. Pero no me obligarán a renunciar a la causalidad estricta sin defenderla más que hasta hora. La idea de que un electrón expuesto a la radiación elija por su propia voluntad el momento y la dirección en que dará el salto me resulta insoportable. En ese caso, preferiría ser zapatero o empleado de una timba y no físico. Verdad es que mis intentos de dar forma tangible a los cuantos hasta ahora me han fallado, pero no pierdo la esperanza. Y aunque no logre nada, siempre me quedará el consuelo de que no fue por culpa mía.”.

La voluntad como fundamento.Introduccion a la etica


Se dice que el joven Séneca tuvo que defender como abogado novicio a un par de huérfanos. La madre, sumamente rica, dejo al odioso padrastro la administración de su fortuna con la única obligación de dar a sus hijos cuando el muriera “lo que el quisiese”.
A la muerte de la madre, el padrastro desheredo, como era previsible, a los niños y Séneca hubo que recurrir ante los tribunales en contra de él ateniéndose a la literalidad del testamento.
En efecto, la última voluntad de la difunta estipulaba que el padrastro debía dar a los huérfanos “lo que el quisiese”; así amparado, el cruel heredero se negó a darles nada. Pero Séneca argumento que lo que el padrastro quería era sin duda, la riqueza toda de la difunta; y puesto que eso era lo que quería, eso era lo que según el testamento debía entregar a los huérfanos. Como lo quería todo, debía perderlo todo; así estaba literalmente establecido en el documento legal.
Desde un punto de vista jurídico, la triquiñuela no parece bastante sostenible, ni en la roma de Séneca ni en ninguna parte. Pero como fenomenología del querer, la parábola es válida. Lo que quiero es lo que pierdo: lo quiero porque lo pierdo, lo pierdo porque lo quiero. El furor del querer no puede ser obturado, aquietado, por ninguna cosa, por ningún proyecto, por ninguna identidad. La cosa es lo que es, no difiere de sí misma; el querer consiste precisamente en ser lo que no se es, en aspirar a ser, negando lo que se es. Lo que quiero, lo quiero como perdido, como ausente: lo quiero como posible; el objeto conseguido es el objeto definitivamente perdido, pues de el desaparece la posibilidad que el querer abría en su necesidad idéntica.
Querer es querer ser: querer ser del todo y el todo.
En la plenitud y la totalidad busca el querer su aniquilamiento, su aquietamiento definitivo. Pero en esa aspiración insaciable todas las formas de ser y todos los seres van perdiéndose, abismándose irremediablemente. El querer infinito, descubre que todo es finitud, que ninguna identidad reificada conserva la tensión de lo posible que el querer implanta, salvo como objeto perdido, como ausencia irrevocable.
Niega asi el querer su identidad como cosa alguna, el querer quiere las cosas, pero no quiere ser ninguna cosa, salvo esa cosa posible, esa cosa ausente y venidera que aun no es idéntica definitivamente a si misma y por tanto todavía no es cosa del todo. Quererlo todo para irlo perdiendo mejor todo, salvo el inquietable corazón que quiere y quiere.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Un paseo de mi corazon


Hoy me ha ocurrido algo curioso. Estoy completamente segura de que no lo vas a creer. Puede parecer poco creíble e incluso te parecerá irrisorio, pero ha sido así.
Te comento…
Hoy mi corazón ha salido solo a dar un paseo. Yo no le había dado permiso, pero él, muy dispuesto ha decidido con mucho aínco desobedecerme como hace de costumbre y a las 21:47 en punto se ha marchado. Mira que se lo advertí, que corría un serio peligro de encontrarse contigo pero no me ha hecho ni el más mínimo caso.
Pues bien, como te iba diciendo, mi pequeño corazón en su deambular nocturno se encontró con un padre que maltrataba a su hijo, vio besarse a una pareja de enamorados, un pobre perrito ahogarse en el rio, contemplo como el viento hacia volar las otoñales hojas que un escritor ermitaño pisoteaba en el parque, se estremeció al ver morir un bebe en un accidente de tráfico, sonrió como lo hacían los niños que jugaban en los columpios y lloro con aquella chica que veía al amor de su vida agarrado de la mano de otra persona.
Claro, ante tan diversas situaciones mi pobre corazoncito se quedo un poco pensativo. No entendía porque algunos parecían ser tan felices mientras otros se estremecían de dolor. Llego a una sencilla conclusión, que mientras mayor era la persona que encontraba, mayor dolor sentía pues había tenido más años para acumularlo. Siguió pensando un rato y caminando y caminando mira por donde, tuvo que toparse contigo.
Ibas en bici, sudando por el tibio calor que te provocaban las dos horas que llevabas pedaleando. Inmediatamente la teoría a la que había llegado mi corazón cayó por su propio peso. Supongo que ya imaginaras el porqué. Es muy simple, con solo mirarte comenzó a latir con fuerza, se encogió y se estremeció tal y como hacia cuando estaba dentro de mi pecho. Sin embargo, a pesar de todo esto no pudo evitar la tentación de seguirte, y así lo hizo. Después de algunos kilómetros en los que sobrevoló la ciudad sin perderte de vista, te paraste a la orilla del rio. Te tumbaste sobre la hierba húmeda y casi de inmediato dos lágrimas rodaron por tus mejillas y como seres autómatas e inteligentes fueron rodando hacia el rio.
Ante tal espectáculo mi corazón no pudo hacer otra cosa que asombrarse y aprovechar la oportunidad de que estaba tan cerca del tuyo. Con una especie de rayos X que mi corazón ha desarrollado contemplo al tuyo. Estaba tan acurrucado, parecía tan pequeño y tan indefenso, roto en mil pedazos, arrepentido por todo lo que había hecho. Había elegido y tan solo ahora se había dado cuenta de lo equivocado que había estado.
Desgraciadamente ya había pasado demasiado tiempo. Ya no había vuelta atrás porque el tiempo en el que mi corazón te echo de menos ya había pasado. Ahora al contemplarlo, mi pequeño corazón sonríe con un orgullo complacido, con una pequeña venganza cumplida, porque mientras él seguía llorando por ti alguna que otra noche perdida en el tiempo, ahora tu lo hacías noche y día y así seria hasta el día en el que decidiera volver a ti.
Te dije que no lo ibas a creer, y aquí lo tienes. Pero me parecía correcto contártelo, sincerarme contigo. Espero que te vaya bien, nos veremos en el próximo paseo de mi corazón.

Gelatina de tirano


Te voy a contar un secreto, pero me tienes que prometer que no se lo contaras a nadie.
Creo que todavía recuerdas tan bien como yo los días en que jugábamos a decir que queríamos ser de mayores. Tú repetías incansablemente que querías ser un tirano, un pirata, un vaquero, un habitante del oeste que cabalga pistola en mano.
Yo sin embargo quería ser una gelatina de fresa. Tu, te reías y me preguntabas porque. La explicación era bien sencilla. Adoraba ese color rojo intenso. Ese tacto suave que se te deshacía en la boca en una explosión de sabor. Esa montaña que temblaba simplemente con que hablaras a su lado.
Pues bien, lo más interesante de mi secreto comienza ahora.
Pasábamos horas juntos que parecían segundos, mientras que si estábamos separados todo parecía eterno. Así lo que comenzó siendo un juego de niños se transformó en algo que tú moldeaste, algo que tú planeaste y a lo que inevitablemente me vi arrastrada.
Sabes que aparentaste una y mil veces. Sabes que diste a conocer la parte de la historia que a ti te pareció conveniente y jugaste a tu antojo con aquello que habías ganado, es decir, conmigo.
Pero déjame que te diga una cosa. El que aspiraba a ser un tirano eras tú, y déjame que te felicite pues no pudiste obtener mejor resultado. Con el paso del tiempo tu ternura se convirtió en desconsuelo, tus palabras y tus miradas se vaciaron tanto que me parecía mentira que fuesen esos, los mismos ojos que me habían contemplado fijamente durante tantas horas, con tanto cariño. Con el paso del tiempo, todo lo que compartimos se disolvió entre tus caprichos y tu egoísmo.
Soñé noches y noches con volver a recuperar tu amistad, con que volviésemos a ese mundo en el que tu y yo éramos niños que miraban el mundo con una ambición que nunca antes había sido concebida. Soñé sin parar con que volvíamos a imaginar debajo de aquel mantel lo que íbamos a ser de mayores.
Y una vez más tengo que felicitarte, porque mientras tú aprendiste a ser un tirano, yo sigo temblando ante ti como la más débil gelatina.

El cuento del cuatro, el uno y el dos

ya dije y prometi que habia cerrado por vacaciones, pero al fin y al cabo es cierto que no lo puedo evitar, he tenido que volver:



Un cuatro, un uno y un dos se avergüenzan cuando pasan por mi lado y sienten que no tienen derecho a mirarme a la cara.
Un cuatro, un uno y un dos dicen que es complicado cobrar un poquito de relevancia a mi lado y luego me desean lo mejor.
Un cuatro un uno y un dos son los números más falsos de todos los que pude encontrar. Cuatro partes de egoísmo, una de inmadurez y dos de insensibilidad. Cuatro de incomprensión, una de egocentrismo y dos de interés. Cuatro veces engreído, una y dos de algo que ya he olvidado.
La historia del cuatro, del uno y del dos no es muy larga, o quizás si, según como lo mires. Podria reducirse a dos días o alargarse a dos meses, pero ya te digo que depende de cómo lo mires. No es complicada, pero no sabes cuánto de dolorosa. Creo que comenzó una noche abierta, clara, todavía hacia algo de calor, pero no mucho, o tal vez era una noche fría como de febrero por ejemplo, que me congelo la memoria.
El cuatro el uno y el dos no tienen nombre, solo son eso, números, pero son unos números muy especiales, no vayas a creer que no. Creo que ellos son los primeros que se creían especiales, con derecho a hacer uso de su condición de cuatro, de uno y de dos. Asi claro, luego se dedicaban a pedir perdón y a decir lo siento con mucha frecuencia, no les costaba demasiado.
El cuatro, el uno y el dos me hicieron llorar en demasiadas ocasiones, tantas que termine pensando que lo mejor era que esos números desapareciesen de mi vida, se esfumasen de mi memoria, pero claro, eso era una tarea harto ardua, los echaba demasiado de menos. ¿Cómo se puede vivir sin el cuatro, el uno y el dos? Si te paras un poquito a pensarlo están en todas partes: en nuestro cuerpo, en nuestro pensamiento, en nuestras respuestas…etc., pero claro, no lo sabemos hasta que aparecen personificados ante nuestros ojos.
Un cuatro un uno y un dos hicieron un encargo de no dejar que estuviera mal, pero ¿Qué se creen esos estúpidos números? Pues se creen con derecho a todo, primero hicieron lo que les vino en gana y después se desentendieron de toda la responsabilidad que conllevaron sus actos. Pobres ilusos, creían que había en el mundo otro número que no podía vivir sin ellos, pero se equivocaban. Igual que los imbéciles cuatro, uno y dos demostraron a ese número que no era imprescindible para ellos, ese número afirma hoy rotundamente que su vida era mucho mejor antes de que entraran en ella el maldito trío mencionado anteriormente.
Y bueno, en verdad no se que mas puedo decir, podría estar hablando horas y horas y aun asi seguir sin decir nada, o podría resumirlo todo a una simple frase, pero no lo voy a hacer. Solo tengo que decir que la historia del cuatro del uno y del dos termino hace tiempo, porque como ya he dicho, esos malditos tres números son algo que deberíais ahorraros.
Ya no formaran mas parte de mi vida, porque así lo decidieron ellos y así lo termine decidiendo yo, solo espero que les vaya muy bien aunque en el fondo todos sabemos que hasta que consiga dormirme sin llorar lo único que les deseo a los tres engreídos números es que desaparezcan de la faz de la tierra, llevándose con ellos todas las cicatrices que dejaron en el frágil camino de su paso por el corazón de los demás.