jueves, 21 de enero de 2010

Me produces...

No te voy a decir que me haya sorprendido, porque la verdad es que no lo ha hecho.
No te pienso decir que me ha afectado, porque hace mucho tiempo que dejaste de importarme como persona.
No te voy a hechar en cara nada, ni me voy a disculpar, porque aunque pude hacer cosas mal siento que no te debo nada.
Eres como el vinagre que llena un vaso y es capaz de agriar todo lo que tiene a su alrededor, de volverlo detestable, inapetecible. Eres la curiosa ironia que mira por debajo del hombro desde su mas hundida miseria. Eres alguien con un cmoplejo de inferioridad cuyo sentido de la justicia y la verdad se ha visto desvirtuado por su intento de aparentar no ser tan miserable.
Eres como un dia que amanece nublado, impenetrable, cansado, como la pesadez del mundo que recae en los hombros de quien sin querer carga con mal ajeno sin ni siquera darse cuenta.
No te voy a negar que me importaras en algun momento, porque lo cierto es que te tuve demasiado aprecio, te sobrevalore.
No te voy a echar de menos, porque tambien hace tiempo que deje de hacerlo, al igual que tu, solo que sabes que nunca estuvimos en igualdad de condiciones. Tu lengua bifida y tu despreocupacion por aquellos sentimientos que no fueran los tuyos asi lo confirmaron.
No voy a entrar en tu juego, me provocaste hace tiempo y no cai en tu trampa, tampoco voy a hacerlo ahora.
Porque eres como el olor a coliflor que produce nauseas cuando intentas soportarlo mas de cinco minutos, como el papel de lija que raya superficies en lugar de pulir bordes.
Eres el mejor reflejo de la actitud infantil que tanto ves en los demas, el eco de una vida que te desagrada, cuyo desagrado no reconoces e intentas olvidar desprestigiando a los que te rodean.
Eres como el insecticida que mata plagas pero que ademas marchita las flores que riega con su corrompida composicion.
Eres un espejismo que se pasea por el mundo mostrando y reservando lo peor de un interior que dojas aflorar para acabar con las personas que un dia intentaron quererte.

viernes, 15 de enero de 2010

Como un pequeño pajarito


Erase una vez, en un tiempo remoto, un pajarito…bueno, contra todo tópico mejor una pajarita, si, una pequeña pajarita que vivía enamorada.
Si, enamorada, y como se sentía impotente por no ser correspondida, todas las mañanas hacia lo que mejor se le daba. Iba a su ventana y le cantaba en cuanto abría los ojos. El al verla allí colocada con el pico inclinado unos 45 grados con respecto a la horizontal, simplemente sonreía.
Sonreía, pues le parecía una agradable ironía el hecho de encontrar todas las mañanas al mismo pajarito posado en el alfeizar de su ventana. Le encantaba escuchar aquel sonido o aquella melodía mientras se preparaba para ir a desayunar, cuando aún era de noche.
Al principio no reparó en ella, pero poco a poco se fue encariñando, hasta que al final acabo ofreciéndole diariamente su ración de pan mojado en leche. Le acariciaba su pequeña cabecita e incluso llegó a fabricarle un nido donde los días de lluvia ella se acurrucaba.
Resultaba curioso cómo sin darse cuenta le fue cogiendo cariño al pequeño pajarito, había días en los que se sentía bien cuando la veía, incluso hablaba con ella porque en el fondo descubrió que le gusta. Otros días sin embargo, no le prestaba la más mínima atención.
Pero la pequeña pajarita seguía volando todas las mañanas con la esperanza de que ese día fuese uno de los que él le dedicaba horas.
Pero un día no voló, no se poso en aquel alféizar calizo, desgastado por el agua de lluvia, no cantó, ningún gorgorito salió de su diminuta garganta. En un principio él se extrañó, pero cuando vio que el segundo día tampoco voló a su ventana, ni tampoco lo hizo el tercero ni el cuarto, empezó a preocuparse. No tardó mucho en entender que no volvería y no pudo evitar sentirse triste. Si, era un simple y pequeño pajarillo, pero la iba a echar de menos, iba a añorar su suave y agradable compañía.
Ha sobrevolado tu ventana en muchas ocasiones, se ha posado en ella otras tantas, mientras dormías, y nunca se ha cansado. Seguirá haciéndolo día tras día, esperando poder volver siempre al día siguiente, porque aunque tu ni siquiera te hayas dado cuenta, ella es feliz así, no le importa no recibir el mismo cariño que ella derrama en sus vuelos al alba.