martes, 14 de septiembre de 2010

Sin recibir noticias tuyas

Hoy espero recibir noticias tuyas. No es que tengas que hacerlo o que yo sinceramente lo espere, la verdad, pero eso me gustaría, porque más que buscarte quiero ya encontrarte. A lo mejor espero demasiado, lo sé. Pero no es mucho pedir, no busco una llamada o una carta, ya ni siquiera busco una señal que te evoque. En realidad no sé ni lo que busco. Tal vez no busco nada que no sea más vida en la que sigas existiendo tú. Sigo mostrando un poco de fe, y espero recibir noticias tuyas porque eso es todo lo que puedo hacer.
Lo más probable es que no las obtenga, porque bien es sabido que las cosas que mas queremos llegan en momentos inesperados, y yo espero saber de ti cada segundo de mis eternos dias.
Y mientras tanto me atormento, como la semilla que se alimenta de lo prohibido, quiero y no quiero pensarte. Tormento porque mi mente planea estrategias para lograr el olvido, mientras anhela el momento de vernos cara a cara para decir todo lo que no he dicho hasta ahora. Tormento porque al quererte a tí realmente me estoy queriendo a mí y sólo a mí y al placer que siento al escucharte, a la paz que encuentro en la claridad de tu mirada, en donde misteriosamente sucede todo aunque no pase nada. Soy tan egoista que nunca estoy tan bien como cuando estoy contigo, pues me veo a mí misma como me ves tú. Sí, soy egoista porque soy una persona terrible y escéptica que quizás sólo está a la expectativa de que un día sus piernas no reaccionen más y no puedas alejarte aun mas de mi. Soy egoista al ser indisciplinada, obsesiva al extremo, neurótica depresiva, hedonista y analítica de la tragedia.
Por eso no creo recibir noticias tuyas. Aún cuando de algún modo puede ser que las merezca por la espera y el anhelo. En la esperanza aún me quedan ilusiones. Soy buena porque no pretendo olvidar cómo sonreir y sigo siendo alegre como una niña y su calma, como la esperanza de la última oportunidad para hacer que suceda. Soy buena siendo un tanto ingenua al creer en los finales no tan rosas y felices pero sí un poco menos jodidos. Soy buena porque los buenos son aburridos y yo ahora navego en un abrumador mar de tedio. Teóricamente a las personas buenas les va bien, pero creo que no es el caso porque los buenos también son algo tontos y por eso no ven la realidad que les rodea. No entienden la catársis. En mi situación eso es lo único que puedo entender y por eso espero recibir noticias tuyas. A mi alrededor sólo hay intentos y yo no creo en ellos. Mejor voy reclutando los segundos, del más grande al más pequeño -soy maniática del orden-, esperando recibir noticias tuyas que al parecer no son capaces de llegar. Pero el fantasma a mi lado me dice que el polvo que me queda de las estrellas que alguna vez me rodearon es la única redención a mis miedos, y el único vestigio que tengo de aquel cielo; al menos me queda algo, porque no creo recibir noticias tuyas. No hoy.
Y la leyenda continúa mientras al otro lado de mi ventana llueve. ¿Qué estoy haciendo? ¿Se puede soñar estando despierta? Si pudiera recibir noticias tuyas de alguna forma estarías aquí para explicármelo. Pero la eternidad de las emociones me hace entender mucho más, como que la vida es una puta elegante que nos hace favores de vez en cuando, cobrándolos con todo el lujo que se permite, o como que todo lo me gusta es ilegal, inmoral o engorda, o es adictivo o imposible, como el recibir noticias tuyas. Sigo luchando, comulgo con esos miedos, porque sin ellos no tendría nada ahora, tal vez un par de canciones como mi paraíso y mi infierno, o quizás una infinita desnudez de tí, pero eso ya no importa, nadie lo sabrá porque nadie se acercará a mí. Mucho menos tú, bien lo sé. Y entre los miedos destaca el peor: no me aterra tanto la mortífera ausencia que a veces se apodera de mí, o la distancia entre el hoy que es ayer y el hoy que jamás ha sido. El peor de mis miedos es el saber que pude no haberte conocido nunca, y nunca haber recibido noticias tuyas.
Sin importar que el coincidir haya sido el inicio del final, me vuelvo una despiada ladrona de sueños que se desliza entre el instinto y el recuerdo. Al convertirme en esa psicópata sonrisa me nutro con la savia que corre en las venas de la vida que no tengo. Hierve mi sangre, pausadamente. Entonces se aparece de nuevo el poder de lo incierto, al cual logro vencer con toda la magia de la que soy capaz; una lucha salvaje, como dos cuerpos entrelazados en la oscuridad de la noche, labio a labio, piel a piel, para no olvidarla nunca. Y con esa pasión me cubro, reencarno al amanecer y la experiencia coincide con la nada, con ese espacio tan vacío en el que sigo esperando, aún sin recibir noticias tuyas.

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