La luna se reflejó en su rostro y a modo de espejo intensificó su luz para secar así las lágrimas que asomaban atrevidas, con ganas de deslizarse y dejarse caer al vacío.
La luna se enfrentó a ellas con su poderosa arma, su luz, que a la vez consiguió que aquellos ojos se fijaran en ella quedando aquella inmensa belleza capturada en su mirada. Las lágrimas se escondieron para dar paso a una tímida sonrisa, mensajera de un pensamiento positivo.
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